Maurizio Lazzarato
Cuando tratamos de imaginar una acción posible en la esfera pública del post-Fordismo nos encontramos en una situación completamente nueva. Las modernas distinciones entre acción instrumental (acción para conseguir un cierto resultado y que, para simplificar en el siguiente texto, identificamos con trabajo), acción política (acción en respuesta a la acción de los demás) y acción artística (acción en la que el trabajo resultante queda vinculado al abierto e indeterminado proceso creativo) han dejado de existir.
Las condiciones para producción económica, creación artística y acción política han entrado en una zona de indiferencia donde aparecen vinculadas a través de una serie de presuposiciones recíprocas.
Creo que esta nueva situación se basa en el hecho de que el trabajo ya no representa una práctica especial, distinta,
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estructurada según otros criterios y procedimientos que no sean la práctica artística y política. El trabajo tiende a expresarse a través de los poderes de deseo, los poderes de pensamiento y la aplicación de las facultades humanas genéricas: lenguaje, memoria, competencias éticas y estéticas y la capacidad de abstracción y aprendizaje. De esta manera, desde un punto de vista formal, el trabajo no sólo produce objetos-mercancía, sino también relaciones sociales, formas de vida, y modos de subjetivación.
En filosofía y sociología contemporáneas, la crisis del concepto de acción sólo describe el resultado de una lucha secular dirigida contra el salario de trabajo, es decir, contra el hecho de que la actividad de la mayoría de la población quede reducida a la ejecución de tareas impuestas (para acción instrumental) para fines ajenos a los propios trabajadores.
En el post-Fordismo ha habido cambios radicales no sólo en las condiciones que definen acción política, trabajo y creación artística, sino también en los modos de subjetivación correspondientes a estas formas de acción: el trabajador, el ciudadano, el artista.
En el Occidente capitalista y socialista, trabajo ha representado durante mucho tiempo no sólo la forma del “sujeto productivo” sino también el modelo hegemónico de subjetivación que sustenta identidad, el sentido de pertenencia y las visiones del mundo. Socialismo y capitalismo han utilizado trabajo y clases sociales como formas de regular, organizar y crear jerarquías en sociedad.
A partir de los años sesenta, la lucha contra la explotación económica ha estado acompañada por un rechazo radical por parte de mujeres, jóvenes, inmigrantes, minorías diversas y gente del Tercer Mundo a aceptar un “devenir” basado en el modelo “mayoría” de “varón, blanco, profesional, entre 35 y 50 años, residente en la ciudad…”. En ese periodo, desempeñaron un papel cada vez más importante acciones emprendidas contra formas de sometimiento que afectaban a la vida cotidiana, clasificando individuos en categorías, proporcionándoles ciertas formas de percepción, sexualidad y afecto con el fin de reproducir la mano de obra. Desde entonces el sistema de clases como un modelo de acción y subjetivación ha entrado en un proceso de disolución y crisis irreversible. La coherencia que el trabajo aseguraba entre producción económica, acción política y modos de subjetivación ha dado paso a la aparición de una multiplicidad de nuevos comportamientos, formas de vida, objetivos, y visiones del mundo, que carecterizan lo que llamamos la multitud. La multiplicidad y heterogeneidad de formas de vida y modos de subjetivación ya no tiende a quedar expresada a través de la generalidad y la abstracción de las clases sociales.
Para entender las nuevas formas de acción posibles actualmente tenemos que abandonar este fenómeno de los años sesenta, aunque no ignorarlo. Las nuevas formas de acción, expresadas por movimientos sociales o prácticas más moleculares, articulan con la misma estrategia lo que antes había estado separado en la sociedad de trabajo. En Francia, las luchas de los parados, trabajadores de la sanidad, trabajadores de espectáculos y prácticas micropolíticas en general expresan simultánea o alternativamente acciones económicas, aspiraciones políticas, y estrategias comunes que conforman estrategias contra los aparatos de sometimiento y buscan nuevas formas de subjetivación.
Estas luchas sociales y comportamientos “invisibles” implican a la vez confrontaciones molares con los aparatos de poder y estrategias de retirada, lucha y embaucamiento. En el mismo sentido, articulan alternativamente estrategias de separación y “mediación”, como también de negociación y ruptura. Estos comportamientos aparecen y desaparecen en el espacio público según lógicas que escapan a las reglas de “representación”. Utilizando la terminología de Hirscham podríamos decir que emplean, de manera imprevisible, ambos sentidos de la palabra francesa “voie”: tanto la “voz” (en controversia) como la “salida” (en retirada y lucha). Sus objetivos no son la representación ni la incautación del poder (ni violentamente, en línea con la tradición comunista, ni pacíficamente de acuerdo con la tradición socialdemócrata), sino la constitución de nuevas relaciones sociales y nuevas sensibilidades.
La multitud actúa en una esfera pública regida por mecanismos políticos que funcionan a través de la representación y que se organizan según los principios de universalidad. El “ciudadano” y el “trabajador” son formas de individualización totalmente ajenas a las acciones de la multitud. No hay lugar en la esfera de representación para mujeres, parados, trabajadores precarios, homosexuales, inmigrantes, y todos los que no se ajusten a las modalidades aplicadas en el paradigma de “mayoría”. Las nuevas formas de acción no se dirigen directamente a la universalidad sino a la singularización, no operan hacia una reorganización general, sino hacia una transversalidad que pretende determinar los pasajes y traslaciones entre diferentes formas de vida y comportamientos.
Esta breve fenomenología de acción en el pos-Fordismo suscita más preguntas que respuestas. ¿Cómo definir un espacio dividido en diferentes prácticas dirigidas todas a la singularización? ¿Donde está el “fondo común” de la multitud? ¿Cómo establecer un espacio público que sea propicio al desarrollo paralelo de multiplicidad y singularidad? ¿Qué tipo de nuevas relaciones existen entre estrategias moleculares y molares?
La extraña revolución de 1968 integraba acción política y estética en trabajo; eliminaba la separación entre tiempo de vida y tiempo de trabajo; desplazaba la distinción entre ejecución y creación, y redefinía la relación entre fábrica y sociedad. Minaba definitivamente el papel de salario como sujeto de producción y política. Paradójicamente, éste es precisamente el punto por el que tenemos que empezar para poder definir las condiciones de acción posible en el pos-Fordismo, y especialmente para analizar fenómenos como desempleo y pobreza. Nos arriesgamos a interpretar mal la definición de acción posible si no comenzamos con la desestructuración de la sociedad de trabajo, que es deseada y practicada subjetivamente a través de una multiplicidad de acciones y temas.
En el Occidente capitalista, pobreza y desempleo no son el resultado, utilizando el lenguaje de Keynes, de una economía de escasez sino de una economía de abundancia. Pobreza y desempleo no son el resultado de un desarrollo insuficiente, sino más bien excesivo. No son el resultado de la carencia de normas y regulaciones, sino de los poderes e influencia del mercado y el Estado.
La lucha contra la acción instrumental mostraba que era posible sacar el trabajo del dominio de la necesidad y transferirlo al dominio de la creatividad. La reintroducción de necesidad a través del desempleo, inseguridad en el trabajo, y pobreza procede de una voluntad política de dominar, porque negocios, mercado y Estado sólo pueden encontrar su legitimación en la necesidad. ¿De qué otro modo podemos explicar el hecho de que desde el comienzo de la “crisis” de los años setenta la riqueza se ha más que duplicado en los países occidentales al tiempo que desempleo, pobreza, y precariedad laboral se han convertido en fenómeno de masas? Mercado, negocios y Estado imponen modos de coordinación que limitan la variedad de las formas de cooperación e ignoran la naturaleza de las fuerzas productivas de la multitud, ya que sólo funcionan a través de la producción, distribución y consumo de “bienes escasos”.
Pero, ¿pueden conocimiento e inteligencia, los motores para la futura Economía, definirse como bienes “escasos”? Sólo la voluntad para acumular, la voluntad para controlar la producción y circulación de conocimiento de los negocios y el Estado pueden definir estos “productos” como mercancías o bienes escasos. Los problemas de desempleo, precariedad laboral y pobreza sólo pueden resolverse cuando la “información económica” se estructure según los principios económicos de “abundancia”; en otras palabras, según la libre producción, libre circulación y apropiación colectiva de esta producción, que simultáneamente implica a lo más singular y a lo más social de todos nosotros.
Los dos problemas están fuertemente vinculados, ya que lo que está en juego es precisamente la forma de creatividad, actividad y modos de expresión. Desde este punto de vista, las acciones del trabajador, el ciudadano y el artista tienen que experimentar una completa metamorfosis.
(1)- Ni la distinción de Habermas entre “racionalidad instrumental” y “racionalidad comunicativa”, como tampoco la de Hanna Arendt entre “empleo, trabajo y acción”, pueden explicar las nuevas formas de acción.
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Fuente: http://aleph-arts.org/pens/lazzarato.html
domingo, 31 de mayo de 2009
¿Qué posibilidades para la acción existen actualmente en la esfera pública?
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